Durante la consagración de la Sagrada Eucaristía en la Santa Misa del segundo domingo de Cuaresma, tuve una visión de Nuestro Señor apareciendo desde la Cruz de madera sobre el altar. De su Sagrado Corazón y de la parte central de su cuerpo comenzaron a brotar rayos eternos de luz dorada.

Los rayos eran poderosos y, a continuación, apareció el globo terráqueo en el que los rayos penetraron en la tierra. En el momento de hacerlo, la tierra misma comenzó a desmoronarse, cayendo en el apasionado amor de los rayos de la amorosa misericordia de Dios.

Y cuando la tierra ya no existía, el globo se volvió blanco puro, y la tierra se transformó por la pureza del sacrificio de nuestro Señor en la Cruz, por la pureza de su misericordia amorosa para el perdón de nuestros pecados y la redención y salvación de toda la humanidad. Porque nuestro Señor dijo una vez que el amor triunfa sobre todas las cosas y primero el amor, luego la misericordia, porque sin amor no habría misericordia.

Entonces, cuando el sacerdote estaba terminando la consagración de la hostia, nuestro Señor dijo, "Es por medio de mi Cuerpo Precioso, por el poder de la Sagrada Eucaristía, que ofrecí como sacrificio vivo al ser el Cordero eterno de Dios, que el mundo será transformado.

Mi Santa Eucaristía reinará para siempre sobre el poder de mi Segunda Venida, mi Segunda Venida de amor y esperanza para mis hijos para restaurar eternamente la gracia a este mundo, y para crear un nuevo cielo y una nueva tierra que estarán unidos para siempre.

Para los que me han elegido como su Salvador, para los que han elegido el camino glorioso de mi voluntad, ellos serán testigos de mi gloria en la venida del Reino de los Cielos. Porque entonces vendrá mi Reino y ya no habrá tristeza ni dolor, sólo felicidad y gran alegría y paz para los hombres que me han servido y amado, para todos los hombres de buena voluntad que han servido, amado a sus hermanos y hermanas, y han elegido el camino de la justicia en el amor a Dios sobre todas las cosas, y en el amor mutuo."