María: Sed buenos con mi hijo. Está necesitado de discípulos que le amen en estos momentos de dolor.
Gregory: Madre, tengo una profunda carga en mi corazón por mi madre. El sueño que tuve de ella llorando esta mañana todavía me deja con un sentimiento de desasosiego. También siento tristeza por todas las madres que se entristecen por los pecados de sus hijos y siento que cualquier pizca de orgullo hacia tu hijo dentro de mí fue la causa del dolor de mi madre. Mi dolor me invade, querida madre.
María: Entrega tu corazón al corazón de mi hijo Jesús, porque no murió en vano y mi dolor es grande por todas las almas que siguen negando la paz de su presencia.
Continúa escribiendo, hija mía, pues éste es el deseo de Jesús. Debes abrir cada día tu corazón al Espíritu de su palabra. Sacrifica todo por la gloria de su palabra y él te recompensará eternamente en su Reino.
Conozco la gloria de ser un humilde servidor del Señor. Conozco la paz que se recibe al honrar a Aquel que fue inmolado por los pecados de la humanidad y la gloria de su Reino.
Tú sabes que ésta es la verdad, pues recibes abundantes gracias de paz cuando escribes. No niegues la gloria de la voluntad del Señor para ti. Nuestro Padre ha proclamado la paz para todos los hombres que siguen su voluntad.
Mi querido hijo, no temas al corazón de mi hijo, Jesús, porque él te ha dado su corazón para que lo compartas con otros necesitados de redención. ¿Por qué debes causar tu propio dolor negándolo por miedo y prejuicio? Debo enseñarte la ventaja de ser humilde.
Tu vocación ha sido pronunciada. Confía en la gloria de su voluntad para seguir el camino de la salvación.
Permanece fiel en todo a Jesús que te ha glorificado en el cielo. No confíes en lo que ves sino en lo que oyes del corazón de mi hijo. Camina siempre por su brillante sendero de luz, y permite que su viaje sea glorioso para ti y para los demás. Hay mucho que puedes hacer para ayudarle. Necesita tu bondad. Necesita tanta compasión por los demás. No niegues su voluntad.