Señor mío, tómame como deseas; tómame en tu amor. Tómame entre tus brazos y abrázame en la gloria eterna de la luz. Mi corazón clama por la misericordia de tu amor, por tu pueblo, y lo llama al arrepentimiento para que lo redimas mediante el sacrificio amoroso de tu Cruz'.

"Hijo mío, sí, ven a mí; ven a mí en mi santo amor".

Jesús me ofrece ahora su mano, que lleva la herida de los estigmas, y yo la tomo mientras él la sostiene, sentado a mi lado.

Señor mío, cuánto te he necesitado. Ahora comprendo lo que debo hacer por la alegría de amarte y de servirte ante mis hermanos y hermanas, ante sus corazones necesitados. Caminaré siempre en la bondad y en la gloria de tu amor siguiendo la fuerza de tus pasos.

Porque no somos más que siervos inútiles, y yo, débil y pobre pecador, necesito que tu amor me sostenga. Ahora todo ha llegado a una tranquila sumisión. Aunque parta de nuevo para algunas semanas próximas, voy como un hombre transformado, diferente, a buscar a los sencillos y a los humildes para caminar por tu gracia.

El ángel Gabriel dijo una vez que la humildad sería la clave para cumplir este camino. Oh Señor mío, te pido la mayor virtud de la humildad, para ser siempre obediente a tu voluntad y amarte'.

"Sí, hijo mío, déjame hablar a tu corazón. Déjame hablarte de humildad, de caminar a la luz del sendero de la fe, de ser obediente a mi llamada. Descansa ahora. Mientras te retiras, descansa en mi esperanza y yo te mostraré el camino.

Hijo mío, ya pudiste sentirlo a través del poder de mi Espíritu dentro de tu corazón y te doy mi amor".