Ahora tengo una visión de Jesús en la Santa Cruz, levitando en el cielo nocturno, sufriendo el dolor y la gloria de su pasión. Su corazón está ligeramente expuesto en el amor.
"Recíbeme en mi gloria, hijo mío".
Aparecen llamas de fuego que consumen a nuestro Señor y llegan hasta el cielo nocturno.
"Sí, hijo mío, éstas son las llamas eternas de mi amor divino que deseo derramar sobre el mundo entero para que se cumpla mi misericordia para el perdón de sus pecados".
'Que reine tu corazón, mi Señor; que reine tu corazón'.
"Estoy contigo, hijo mío, y deseo reinar en tu vida, consumirte con estas llamas de amor divino que puedes ver. Y vengo esta noche para decirte que amo a mis hijos y que nunca los abandonaré. Mi sacrificio no fue en vano. Volved vuestros corazones hacia mí, amor mío, porque siempre estoy esperando para redimiros, para daros vida y para daros vida en abundancia.
Yo soy la vid y vosotros los sarmientos, pero sin mí no podéis dar fruto".
Señor mío, que yo sea una pequeña vid de humildad que dé mucho fruto para tu corazón. Te amo. Te amo. Y te doy gracias por todo lo que has hecho por mí a lo largo de mi vida. Me regocijo en la gloria del Señor. Me regocijo en ti, mi Salvador, y en el poder de la Santísima Trinidad para redimir la vida'.