Ahora tengo una visión muy gozosa de Nuestra Señora, que ha venido a mí vestida con un vestido blanco de encaje y perlas, con manchas de pequeños diamantes brillantes adornando su presencia. Está presente como Reina del Cielo y Reina del Amor.

María sostiene en sus manos una sencilla corona de diamantes, diadema de honor y de amor. Tocada por la gracia inmaculada, la corona comienza a brillar y todo es calidez y paz en su bondad. A través de su presencia, un matiz dorado de luz comienza a brillar hasta formar la silueta de un halo a su alrededor.

'Oh madre, ¿qué deseas?'

"Vengo con amor a poner esto en tus manos y sobre tu cabeza. Os doy las gracias por vuestras continuas oraciones. Y os pido . . . "

'¿Qué me preguntas, madre?'

"durante los próximos treinta días.

Sí, recíbeme en tu corazón cada día".

Sí, madre, lo haré. Pero nunca me habías pedido algo así'.

"Hijo mío, verás el resultado. Escucha mi corazón".

Una rosa roja en flor aparece en la mano de María. Y me la ofrece.

'Madre, lo recibo y seguiré tu voluntad'.