Mi querido Señor, te ruego que seas mi única luz, mi única esperanza, mi único amor. Porque nada en este mundo se compara contigo, mi Señor. Nada en este mundo puede hacer lo que tú eres capaz de hacer, nadie, mi Señor. Y en tu misericordia, libérame. Libérame para vivir en la gloria de tu luz eterna. Libérame cada día para amarte y adorarte sólo a ti. Concédeme tu sabiduría y tu gracia. Concédeme la esperanza de tu misericordia".

Jesús responde, "Sí, hija mía, es bueno que hayas venido a mí para recibirme en la gloria eterna de mi amor, para recibir la alegría de mi corazón. Y no te preocupes, porque yo estoy contigo y te guiaré en mi misericordia. Te amo, hija mía, vuelve tu corazón al poder eterno de la misericordia de mi Cruz donde deseo que te arrodilles en esperanza, en verdad y para mi gloria.

Sí. Confía sólo en mí, tu santa luz".

Te amo, mi Señor.

"Te quiero, hijo mío. Es bueno que hayas venido a mí".