Tengo la visión de un enorme árbol que brota de la tierra. Sus hojas y ramas son inmensas y verdes. Es el árbol eterno de la vida, que nos llama a todos a la alegría de una vida nueva y de una esperanza nueva en Jesús. Él, que es la promesa de la nueva alianza de amor entre el hombre y Dios. Se cumple con su sacrificio en su esperanza, pues el árbol significa esperanza, renovación y restauración: la restauración del amor de Dios cada día en nuestros corazones y su misericordia.
Jesús dice ahora, "Hijo mío, ven a mí," mientras aparece con un manto blanco elegante y fuerte en gracia. "Hijo mío, mantente firme en la santidad de mi amor y de mi misericordia; permíteme renovar tu corazón. Dame tu amor y que nuestros corazones se unan en la verdad y en la fuerza de las gracias que deseo darte.
El enemigo no quiere que cumplas tu misión. Escucha mi corazón. Aunque en el momento creas que puede no tener sentido para los demás, lo más importante es que me recibas. Porque has sido testigo de los milagros de mi gloria y al ser consumido por mi amor. Deja que tu corazón esté en paz y regocíjate en mi gloria".
'Te amo, mi Señor; te amo. Llévame como quieras. Iré adonde me conduzcas'.