"Mi querido hijo, yo, tu Jesús, estoy contigo. Habla del poder de la luz de la fe. Habla del poder de la luz de la Cruz que renueva la esperanza de tantas almas hoy necesitadas de mi amor. Ven, camina conmigo y déjame guiarte".

Ahora tengo una visión de Jesús. Es de la Cruz sobre el altar en la iglesia de San Agustín. Su cuerpo sangra. La sangre del cordero se derrama por la redención de los pecadores.

Desde la Cruz, abre los ojos para decir, "Repara mi iglesia. Da a las almas mi amor. Diles que las amo y que quiero renovar su esperanza. Por eso sufrí por ellas.

Sí, hijo mío, díselo porque mi corazón es sólo amor y sigue sufriendo la pasión de mi Cruz por la redención de los pecadores. Mi corazón llora de amor por todas las almas necesitadas. Abre tus ojos y abre tu corazón y verás para recibirlos y para recibirme con alegría.

Sí, hijo mío, renueva tus fuerzas cada día en mi amor como mi misericordia, como mi sangre misericordiosa sigue derramándose por toda la humanidad. Pronto vendré. Mi hora está cerca. Por eso llamo a todas las almas a arrepentirse, a convertirse, a recibir mi amor y a estar en una relación de amor conmigo.

Te amo, hija mía, te amo. Entrégame hoy tu corazón y permanece en las gracias de mi amor para siempre".