"Hijo mío, ven a mí, ven y deja que te abrace en la gloria de mi amor divino que arde como un fuego para consumir a todas las almas con mi misericordia.

Sí, hijo mío, que la gloria de esta noche te traiga alegría y descanso al estar en mi presencia, por lo que te agradezco que me hayas abierto tu corazón.

Sí, hijo mío, descansa en la gloria de mi amor que traerá paz a tu alma cada día. Respira en la presencia de mi Espíritu Santo, que es amor, con cada aliento que tomes".

'Sí, mi Señor, que cada aliento que tome, lo tome en él'.

"Sí, hijo mío, que te traiga la alegría y la sabiduría, la luz de mi paz. Yo estoy contigo y nunca te abandonaré".