Se te pidió, hijo mío, que pidieras de la pasión de mi hijo, la que él compartirá. Pero para mí, la pasión de su sufrimiento comenzó dentro de mi corazón antes de dar a luz a Jesús, sabiendo que un día sería el sacrificio eterno para la salvación del mundo.
Mi corazón proclamó la gloria de Dios en mi Anunciación y al aceptar ser la madre del Salvador, la Madre de todos los Dolores. A pesar de lo que entendí que sería el mayor de todos los dolores, comprendí que en el dolor uno debe unir su corazón a Dios y permitir que la profundidad de su tristeza se transforme a través de la fe en una relación más profunda de gloria para Dios y de dar gracias a Dios por todas las cosas, para que tus dolores sean completos y colmados por la alegría de elegir amar a Dios en cada circunstancia de nuestras vidas.
Te quiero, y yo, tu madre, estoy siempre contigo".