Señor mío, en el Salmo 119, David dice: "Acuérdate de las palabras de tu siervo en las que me has hecho esperar". Señor mío, tú eres mi amor y mi única esperanza. Te proclamo como mi rey y mi gloria. Porque en ti, Señor, espero que me escuches, Señor, Dios mío.
Sí, tómame como desees'.
"Descansa, hijo mío, descansa.
Sí, descansa en la alegría y la gloria de mi corazón. Búscame con fe y siempre me encontrarás esperándote".
Ahora tengo una visión de Jesús. Está ante mí con las manos abiertas, extendidas en el amor y en la santa gloria de su Cruz y de su resurrección. Veo las llagas de sus estigmas y la alegría de la luz de todo lo bueno que hay en Él.
"Hijo mío, ven a mí, deja que te abrace. No tienes que huir. Sí, hijo mío, no tienes que correr. Pero descansa en mí, porque yo cumpliré todas las cosas y en el momento en que tu corazón se eleve a un estado de gracia y paz de esperanza en mi santa presencia, eso es sólo amor.
Sí, hijo mío, canta al amor, canta a la esperanza eterna de tu Salvador y déjame llevarte a nuevas alturas de amor".
En Efesios 6, Pablo dijo: "Por lo demás, hermanos míos, fortaleceos en el Señor y en la fuerza de su poder". Señor, nuestra fuerza sólo puede venir de amarte. Nuestra fuerza sólo puede venir de entregarte plenamente nuestro corazón.
Mi alma canta en la gloria del Señor. Y como en el Salmo 39, David dijo: "Y ahora, Señor, ¿qué espero? Mi esperanza está en ti". Aumenta mi esperanza cada día. Dijiste que es un don, por eso te pido, y siendo el amor también un don, te pido amarte más, y la fe, te pido que la aumentes.
Llévame contigo y que tu Espíritu de Vida me llene en tu santo amor'.