Durante la Santa Misa de esta mañana del primer viernes de Cuaresma, nuestro Señor apareció desde la Cruz una vez más con su Precioso Cuerpo sangrando en la esperanza de la redención de sus hijos. Porque sin la pasión, no tendríamos la resurrección para el perdón de nuestros pecados y la salvación que Dios ofrece a todas las almas.
La Virgen apareció al pie de la Cruz, arrodillada, con las manos sobre las rodillas, juntas en oración, y los ojos mirando a Jesús. Aunque no habló, su presencia al pie de la Cruz habla para toda la eternidad. Y que dijo nuestro Señor, madre, éste es tu hijo e hijo, ésta es tu madre.
Sí, estaba arrodillada en el silencio de la oración, intercediendo por todos sus hijos del mundo, por la paz, por las conversiones y para que los que creen tengan cada día más amor a Dios, llamándonos a todos a vivir nuestra vida al pie de la Cruz, en la oración, en el arrepentimiento y en la penitencia, para crecer en la luz de Cristo y en la misericordia de su pasión.