Ahora estoy aquí, en la República Dominicana, sentado bajo la oscuridad de la madrugada, a la sombra de las nubes de lluvia que pronto caerán. Recuerdo que cuando era joven, aún en los últimos años de mi adolescencia, soñaba con estar en un lugar de tanta belleza. Donde las montañas son verdes y están cubiertas de palmeras que a veces parecen tan anchas como el horizonte. Las hojas de los plátanos se elevan hasta tocar la luna. No se puede describir suficientemente la belleza de lo que Dios ha creado. Pero recuerdo, y agradezco, que nuestro Padre me haya traído aquí una vez más.

El espíritu de las almas isleñas, en su pobreza, se alegran, sonríen, cantan, son felices en su pobreza. Conocen la vida. Conocen la vida porque el Espíritu de Dios se mueve en ellas y a su alrededor en su misericordia a través de sus imperfecciones, por su gracia para renovar cada día la esperanza de su fe.

Sólo veo lo bueno, la bondad de la luz dentro de ellos. Mi corazón ha luchado estos últimos días de alguna manera para estar aquí, dando todo en el momento de quien Dios me creó para ser y resistiendo aspectos de mi regreso, pero sólo veo lo bueno, no importa el estado de mi alma, es un estado de amor por Dios y por ellos, estas personas tan especiales.

Me pregunto, ¿cómo puedo estar en un momento de tanta belleza y gracia? Es porque el que es Yo Soy está dentro de mí en todo lo que me creó para ser con cada alegría e imperfección para ser moldeado dentro de sus manos como él ha moldeado esta tierra. Hay algunos lugares donde Dios, nuestro Padre, puso la tierra entre sus dedos y simplemente la levantó, para que subiera y bajara, y luego volviera a ser plana, porque puede, porque es. Y a través de ello, digo, creo, tengo esperanza y amo a Dios.

Nuestro Padre dice ahora, "Hijo mío, tus palabras de corazón me dan gloria. Y estoy agradecido de que hayas venido a mí esta noche para decirme, gracias Padre por la belleza de todo lo que has creado. Y te amo, hijo mío.

Fui Yo quien envió al ángel a bendecirte en el momento más inesperado, porque justo antes había escuchado tu oración. Fue un milagro y a la vez una señal profunda para que tu corazón sepa que siempre cuidaré de ti y que mi misericordia no tiene límites y que mi amor es infinito.

Que tu corazón cante hoy una nueva canción para mí. Aunque no has descansado esta noche, ahora lo harás. Vuela, vuela con las alas de los ángeles, hijo mío, para que yo te eleve y puedas seguir moviendo, compartiendo, mi mensaje de salvación y arrepentimiento para la Segunda Venida de mi hijo.

Cree que tu corazón verá la gloria en el único lugar al que deseo que corras dentro de mi alma, el alma de tu Padre.

Sí, proclama mi gloria, proclama mi amor. Deja que tu corazón cante una nueva canción para mí y regocíjate en los colores de la tierra, los colores de mi creación, que traen alegría a tu alma."