JESÚS: Mi querido hijo, gracias por venir a mí porque al final, permaneceré contigo por la eternidad. Permite que mi corazón llene tu alma de paz. La paz y la alegría de saber que soy tu Salvador eterno.

Soy Yo quien ilumina la Cruz con el fuego de mi amor divino.

Sí, hija mía, busca siempre permanecer humilde porque la humildad es la clave de la salvación a través de ser obediente a mi voluntad, la voluntad del fuego y la luz divina para llevar tu Cruz como yo deseo a los corazones de mis queridos, queridos hijos, a quienes amo tanto y deseo que sus corazones sean redimidos diariamente a través de la luz de mi palabra.

Mi palabra es poder y luz. Es la luz de toda la eternidad. Canta hija mía, canta porque al final, tu corazón llevará las rosas de gracia necesarias para sostener tu cuerpo entre mis brazos por toda la eternidad. Todas las cosas buenas son eternas. Confía en la esperanza de mi palabra que te hará libre. Confía siempre en mí.