Jesús se presenta ante mí como el Buen Pastor eterno. Está de pie sobre un monte de tierra y el cielo es azul, lleno de nubes oscuras y claras a la vez, un contraste brillante y hermoso con el manto blanco de Jesús que se mueve con el viento.
Me tiende la mano para que le siga y me dice, "Ven ahora, hijo mío, y alégrate porque el camino por el que te conduzco, será un camino de gran luz para las almas, en cada palabra que hablemos y con cada paso que te conduzca, dentro de sus corazones.
Hijo mío, mi amor está contigo. Continúa hoy tu camino de amor y alégrate, da gracias al Señor, tu Dios, que te ha llamado por tu nombre.
Hijo mío, vive para acercarte a mí cada día y que la belleza de la luz de mi amor penetre en tu alma".