"Hijo mío, mi corazón es tuyo para mi gloria, y la esperanza que deseo darte sólo estará llena de amor. Ve ahora a mi madre, que está presente".

Ahora tengo una visión de la Virgen que se me aparece. Su vestido se abre desde la cintura y aparece con la mano derecha ligeramente extendida y abierta desde el costado. Y allí, en medio, aparece un niño. Es su niño Jesús que yace suspendido sin que nuestra madre lo sostenga. Desde que nació, fue, es y será siempre nuestro divino Señor e infante Jesús, que todo lo puede en y por él y su madre de amor.

"Sí, alégrate con el corazón y la alegría de tu Salvador, hijo mío".

Sí, Señor mío, te amo. Proclamo y me propongo ceder, rendirme, vivir cada día tu amor'.